La conferencia, ofrecida por Andrés Amorós el pasado miércoles 19, se centró en la explicación de la elegía compuesta por Federico García Lorca en dedicación a su amigo y torero, Ignacio Sánchez Mejía.
Andrés Amorós es una figura imprescindible de la cultura española con más de cien títulos publicados, entre ediciones críticas, obras filológicas, de artes escénicas... Además de involucrarse en otros ámbitos como la tauromaquia, la copla y el programa de radio que dirige, Música y letra. En la presentación se destacó de él tres características que singularizan su personalidad: el donde la palabra, el decoro y el deleite del oficio.
El grueso de la conferencia se dedicó a la explicación del poema, pero también a la explicación sobre la identidad y personalidad de Sánchez Mejías, algo totalmente necesario para la comprensión de la elegía. En primer lugar, Amorós destaca la complejidad a la hora de comprender la composición, pero al mismo tiempo resalta su capacidad comunicativa.

Andrés Amorós habla del protagonista del poema, y explica que era un personaje fascinante, el punto de unión entre los poetas de la Generación del 27. No tenía demasiada cultura, pues no había alcanzado estudios superiores, pero tenía una inquietud y una intuición extraordinarias, un talento natural que le llevaba a tener multiplicidad de intereses. Como torero, Amorós dice que no era demasiado estético, pero con gran capacidad técnica; le caracterizaba su temperamento. Fue una persona con una vida novelesca, cuya desaparición afectó mucho a todos sus amigos poetas. Por este motivo, ante esta tragedia sin solución, Lorca quiso que viviera para siempre, en este poema.
Este poema está dedicado al amigo de Lorca, no al torero. Se habla del hombre, del ser humano, por lo que es mucho más universal, no es algo que resulte lejano para el lector: habla del dolor que provoca la pérdida de alguien, algo que se puede sentir al margen de simpatizar o no con la tauromaquia. Sánchez Mejías, pues, es retratado como un héroe que afronta la muerte con lucidez y en soledad. Además, Amorós compara a Lorca con Jorge Manrique, pues ambos tienen la virtud poética de universalizar su dolor. Esta universalidad la demuestran las numerosas creaciones artísticas que inspira este poema, ya sea en ballet, en creaciones sinfónicas o composiciones pictóricas.
El poema se divide en cuatro partes: la primera funde el momento de la cogida y la muerte; en la segunda, La sangre derramada, Lorca se remonta a la sangre como elemento mítico, como símbolo de la vida que huye; la tercera parte, Cuerpo presente, hace alusión a la resistencia del cuerpo a morir del todo; y la cuarta parte, Alma ausente, es la parte final de la vida, el apocalipsis, en definitiva, la verdadera muerte. En las cuatro partes del poema destacan los paralelismos y la aliteración (Eran las cinco en punto de la tarde; ¡Que no quiero verla!) pero sobre todo las metáforas surrealistas, como un río de leones; la luna de par en par/ caballo de nubes quietas/...
Por último, también el cartel es digno de comentar. Sin duda capta la esencia del poema y de lo que simboliza. Sobre un fondo negro, de luto, vemos una parte de un traje de luces. Derramándose por las letras del nombre del torero y entrelazándose con ellas vemos unas gotas o lágrimas de sangre. Estos elementos evocan el momento de la muerte de Sánchez Mejías, pero también el decoro y valor con que afrontó ese momento: el traje parece estar puesto en alguien, alguien que aún se mantiene erguido. Además, también podrían interpretarse los tres planos (traje, sangre y luto) con las diferentes partes del poema: el traje, con la primera, la sangre, con la segunda, y el luto, con las dos últimas.