sábado, 25 de octubre de 2014

Los elementos fundamentales del libro

Un libro bien editado tiene que constar de unas partes con las que el lector ya está familiarizado, que le facilitan la identificación y la lectura del texto y cuya aparición son señal de confianza y calidad. Las partes son las siguientes:
·         La cubierta. Está impresa en un material diferente, y puede tener una sobrecubierta que a veces lleva las ilustraciones. En la cubierta tiene que aparecer el título, el nombre del autor y el logo de la editorial. Este sello es importante, pues indica que el libro es una parte de una gran colección. Este elemento sirve para llamar la atención y, en cierto modo, es un elemento publicitario, pues se destaca lo que más interesa, ya sea el nombre del autor o de la obra. Además, puede llevar una faja, donde se indican otros datos de interés para el lector.
·         La contracubierta. Puede llevar un texto que publicite el libro, pues este producto necesita publicitarse a sí mismo. Un mismo autor tiene muchos libros, de manera que no podría haber una campaña publicitaria para cada uno de ellos.
·         La solapa. Es la parte de la portada que se dobla y donde se recoge un texto que explica la obra, aunque ahora esto es más común en la contraportada. Es una especie de texto publicitario en el que se informa y se destacan los aspectos más llamativos e incluso una breve referencia al autor. Este texto es responsabilidad del editor, aunque haya sido escrito por otra persona.
·         En el interior, un libro bien editado siempre constará de dos páginas en blanco, llamadas páginas de cortesía. A continuación está la portadilla, que muestra el título del libro, la cuarta página está en blanco, y la quinta es la portada, donde están los datos fundamentales que componen la ficha bibliográfica: el nombre del autor, el título, el nombre del traductor (si la obra ha sido traducida) y el logotipo de la editorial. En el reverso de la portada encontramos los títulos de crédito, la información legal, los responsables de la ilustración y la fotografía, el número de edición y sobre todo el ISBN, número internacional para vender libros, y el depósito legal, que permite saber cuántos libros se publican cada año. Al final del libro, anteriormente, también había un colofón, situado en página impar, con la fecha concreta en que se imprimió.

·         El índice puede aparecer al principio o al final. Según la tradición española, los índices van al final; aunque ahora la posición es indistinta. Al principio, se pone el sumario y, al final, el índice detallado, los índices de ilustraciones y onomásticos, que son una herramienta imprescindible para saber si una obra contiene lo que buscamos.  

Autor y editor: texto y paratexto

Libro y obra literaria no se identifican, pues la literatura es mucho más antigua de lo que lo son los libros, que surgen en el siglo XV con la imprenta. Los libros publican muchas obras que no son literarias, y también hay mucha literatura que no se publica en libros, especialmente en la actualidad, donde la literatura se decanta por otros medios como pueden ser los blogs.
Durante siglos, el término ‘literatura’ se refería a todos los textos escritos, por lo que hay que tener en cuenta sus variaciones de significado a lo largo del tiempo, hasta el punto de que la literatura puede no ser escrita, sino que puede aparecer en canciones, recitaciones, etcétera. Por otra parte, las obras literarias tienen una extensión indeterminada, muy variable. Por lo tanto, en un libro puede haber una o más obras literarias.
Al contrario de lo que se piensa muy a menudo, en la obra literaria se coordinan dos responsabilidades, que son las del autor y editor. El concepto de editor también varía en función del país y la cultura, pues en algunos casos el editor sostiene la mayor responsabilidad, como en el caso de las novelas anónimas, en otros el editor es casi un coautor, un colaborador del autor que sigue paso a paso la evolución de la obra.
La labor fundamental del editor es la revisión, adaptación y corrección ortográfica y tipográfica,  es decir, la regularización según las normas de la publicación de que se trate. Su labor es importante en todo tipo de textos, pero sobre todo en los literarios, con el fin de que el lector pueda entrar de lleno en ellos y para que su lectura no se interrumpa con erratas o excesivas notas en el pie de página. Además, el receptor de la obra ya está familiarizado con unas normas tipográficas que le facilitan la lectura. La figura del editor da confianza al lector, pues en la actualidad muchos libros son editados por empresas que se encargan de la maquetación del libro, pero el hecho de no haber un intermediario hace que el resultado no sea el mismo, y el lector lo sabe. El editor, pues, se encarga de los paratextos. Hay cuatro tipos de ediciones:
·         Edición facsímil. Es una copia de una edición concreta de la obra, incluidos sus aspectos formales, es decir, no reproduce solo el texto sino la edición completa. Es valioso por el objeto en sí, por sus ilustraciones, grabados o tipografía, y también como objeto de estudio, ya que si quedan pocos ejemplares de una edición, de este modo se reproducen más. Este tipo de edición,  cuya realización muy costosa, ahora se ha vulgarizado debido a los medios digitales.
·         Edición paleográfica. Consiste en la transcripción de escrituras antiguas y de todos los datos del documento original. Son propias de otras épocas.
·         Edición crítica. Es una reconstrucción más o menos aproximada del texto original del autor a partir de muchas ediciones manuscritas. Suelen aparecer muchas notas, que deben ir al final del libro y no a pie de página, donde también se incluyen datos de otras variantes de la obra.
·         Edición anotada. Este tipo de edición incluye notas a pie de página para explicar algún aspecto determinado del texto. Estas notas deben ser las imprescindibles, para interrumpir lo menos posible la lectura. El objetivo con que se añaden las notas es que el lector pueda entender el texto como lo entendían los contemporáneos del lector. Cuanto más antiguo es el texto, más difieren las referencias y más necesarias son las notas. Las notas pueden ser de varios tipos: lingüísticas, si se tratan de textos medievales en los que aparecen palabras que han evolucionado o cambiado su significado; culturales, si hay que aclarar alguna referencia al contexto, y para niños, sobre todo en las obras adaptadas a público infantil.

Aforismos de Andrés Neuman

Andrés Neuman es un escritor y traductor argentino que publica escritos breves en su blog, Microrréplicas. Bajo el sugerente subtítulo: La brevedad puede ser infinita, Neuman plasma sus infinitas ideas en breves aforismos, como los que recogemos y comentamos a continuación:
«Los personajes no se presentan: simplemente actúan». Este aforismo contiene un principio muy importante en la creación literaria, pues afecta a los encargados de ejecutar la acción que vertebra el relato. El autor puede dar una visión sobre uno de sus personajes, puede opinar sobre él, y pone palabras en su boca que tal vez nos hagan pensar que es de una manera determinada. Sin embargo, lo que de verdad importa y lo que realmente define a un personaje son sus acciones, reacciones y pensamientos: un personaje es lo que hace y lo que piensa, no lo que dice que hace o dice que piensa.
«Cállate: dime». Este brevísimo aforismo condensa en lo que parece un enunciado en estilo directo algo muy relevante en cuanto a la comunicación humana. A pesar de que con las palabras expresamos nuestros pensamientos y sentimientos, en muchas ocasiones no es la manera más sincera de hacerlo, sino que comenzamos a expresar sinceramente nuestro yo, precisamente, cuando callamos. Esto lo hacemos con otros signos no verbales, como la mirada, los gestos faciales… El silencio es, a veces, más relevador que las palabras, que en numerosas ocasiones solo sirven para encubrir la verdad, y no para revelarla.
«Jamás satisfagas la curiosidad del lector». Este aforismo parece uno de los diez mandamientos del buen escritor. El escritor no tiene que darle al lector la conclusión del libro, solo tiene que ofrecerle los datos para que el lector pueda extraer su propia reflexión. La obra literaria no tiene que agotar todas las posibilidades, sino que tiene que dejar abierta la puerta a nuevas interpretaciones, que variarán dependiendo de cada lector, haciendo que la lectura sea así algo mucho más rico y universal, algo más trascendente que una historia que empieza y acaba. El autor solo tiene que guiar al lector en su propia comprensión e interpretación.


Para leer:
http://andresneuman.blogspot.com.es/
Para saber más sobre Andrés Neuman:
http://www.andresneuman.com/

lunes, 13 de octubre de 2014

«Mujeres», en Un velero bergantín,de Luis García Montero

Nos encontramos ante un poema que establece una estrecha relación con la publicidad y cuyo autor, Luis García Montero, guía su propia interpretación y explica a continuación la idea que quiere transmitir. El poeta describe una situación común para casi cualquier persona, que es el viaje en un autobús por un suburbio de la ciudad. Añade realismo a la escena para reproducir más fielmente la atmósfera matutina de la ciudad y para ello el autor utiliza una personificación («ciudad que no ha entrado todavía en calor»).  Para transmitir su idea principal, el poeta crea una imagen en la mente del lector: las mujeres que esperan en la marquesina se levantan para subirse al autobús, y de este modo dejan a descubierto los carteles publicitarios que retratan a las perfectas modelos, posando en lencería. De este modo, vemos cómo se produce el contraste entre las mujeres reales y los estereotipos publicitarios.
Por otro lado, sabemos que Luis García Montero es un poeta realista pues él mismo afirma que la situación que ha referido es real, y él mismo da su interpretación. García Montero explica su forma de crear un poema: unas veces tiene una idea y busca su encarnación en una escena, otras veces encuentra primero una escena que le sugiere ideas. Sin embargo, a pesar de que en su poema predomina el realismo, la escena inicial de las mujeres no es del todo verosímil, pues es poco casual que todas las personas que había allí fueran mujeres. Además de esto, bajo esta escena se esconde la preocupación del poeta, que básicamente es la falsedad que infunde la publicidad, y lo contrapone a  la literatura en este sentido, pues la literatura ya se presenta como ficción. Sin embargo, esto podemos extenderlo a la publicidad, pues esta ya se presenta como tal, de manera que no es un engaño. Si bien podemos discrepar en algunas ideas con el autor, seguramente estaremos de acuerdo en que la publicidad sí crea falsos estereotipos perjudiciales, sobre todo, para las mujeres y la concepción sobre sí mismas y su autoestima, pues la publicidad promueve una imagen femenina que apenas encaja con la realidad de la vida cotidiana.
A este poema, pues, subyace una crítica a la publicidad por crear una realidad virtual que no se identifica con los receptores de esa publicidad. Esta idea más general se concreta con el caso de las mujeres, a quienes ensalza por encima de la falsa belleza que se vende y a las que motiva para valorarse y no dejarse llevar por estereotipos engañosos. Esta crítica personal y relacionada con algo tan actual como los carteles publicitarios también se sirve de la tradición, pues Luis García Montero afirma que se inspiró en el poema «Albada» de Jaime Gil de Biedma.



Ideología y literatura

Las obras literarias no siempre tienen un fin en sí mismas, sino que pueden ser un medio para lograr un objetivo distinto. Al igual que la publicidad, algunos movimientos literarios tienen la intención de defender ciertas ideas, ya sean políticas, religiosas, etc. En este caso, nos centramos en la literatura que se convierte en una herramienta para transformar la situación de una sociedad, y defender  deliberadamente unas ideas políticas y sociales. Nos referimos a la novela de tesis y a la poesía social, que tuvieron su auge en dos etapas fundamentales de la historia de España.
1868 es el año que marca la etapa gloriosa de la novela. La sociedad se articulaba en burguesía y proletariado, lo que se mantenía por la imposibilidad de ascenso social. En esta época se da una serie de conflictos ideológicos a raíz de las guerras carlistas y una división de la sociedad en liberales y conservadores. En 1868 tiene lugar ‘La Gloriosa’, revolución que destrona a Isabel II e inicia el sexenio democrático. Con ella se produce el primer intento de establecer en España un régimen político democrático, primero con la monarquía de Amadeo de Saboya, y después con la primera República. Con esta restauración política y también social y cultural se inicia un periodo de esplendor de la novela, que adquiere gran madurez con Benito Pérez Galdós, el gran novelista liberal. Este escritor inicia el renacimiento de la novela española con la novela de tesis, con títulos como La fontana de oro, obra en la que reflexiona sobre la historia de España con una intención pedagógica: indagar sobre el origen de los problemas ocurridos en el Trienio Liberal y su posible resolución. En los años 70, Galdós defiende sus propias ideas en sus novelas y ataca la intolerancia en obras como Doña Perfecta. Otros escritores de gran relevancia pertenecientes a este periodo son Leopoldo Alas Clarín y Palacio Valdés.
La década siguiente es la del naturalismo, que supera los esquematismos de la novela de tesis y se basa en la idea determinista de que el comportamiento humano responde a leyes experimentales. Esta vez, la novela también obedece a otro objetivo: estudiar al ser humano. La primera escritora que escribe en contra de las ideas espiritualistas es Emilia Pardo Bazán, con La cuestión palpitante y Los pazos de Ulloa.
La segunda etapa históricamente en que la literatura se usa como herramienta de lucha y protesta es la época franquista, época en la que la sociedad estaba dividida por la guerra y el gobierno fascista. En 1956 comienzan a aparecer esos jóvenes universitarios que protestan y que se van convirtiendo en una oposición al gobierno. Estas protestas las manifiestan a través de la literatura, ante la imposibilidad de hacerlo de otra manera, por la represión y la censura.  Estos poetas utilizan la literatura como espejo de los problemas sociales y arma para combatirlos, cultivan una poesía que se compromete con la gente y a la que suelen subyacer ideas marxistas. La literatura no era algo más solo para estos poetas, sino también para las organizaciones gubernamentales, que censuran la publicación y recitales de poemas. Sin embargo, esta poesía política sigue publicándose, pues la crítica implícita pasaba más desapercibida para los censores, no así para los lectores. Dentro de este movimiento literario tenemos dos generaciones de poetas. La primera es la Generación de Posguerra, formada por poetas jóvenes que viven la guerra sin responsabilidad y que publican una poesía evasiva y garcilasista en los años 40. Destacan Gabriel Celaya, Blas de Otero y José Hierro. La segunda generación surge en torno a 1956, y la forman los que algún día fueron niños de la guerra. Son poetas cultos que huyen de una escritura directa y panfletaria, y que utilizan la ironía y el simbolismo para defender sus ideas; cultivan un realismo crítico. Destaca Ángel González, cuya obra pasa por varias etapas.
La poesía social entra en crisis a mediados de los 60 ante la imposibilidad de lograr el cambio social que pretendían los poetas con sus obras. Esta poesía, pues, fue tildada no solo de ineficaz, sino también de plana y sencilla en exceso. Sin embargo, si bien en cuanto a su intención política fue un fracaso, no fue así en el plano literario.  

lunes, 6 de octubre de 2014

El sueño de Maiakovski


El poema Sueño de Maiakovski , de Juan Bonilla, reflexiona sobre cómo se ha hecho realidad el sueño del gran poeta de la revolución rusa e iniciador del futurismo, Vladimir Maiakovski, pero tal vez en una dirección diferente a la que él habría querido: no es exactamente poesía lo que encontramos en las calles, sino eslóganes publicitarios.
La primera parte del poema aborda el pasado, la concepción que Maiakovski tenía de la poesía: los textos poéticos deben escupir la realidad, ser útil, salir de los libros para actuar en la sociedad. Esta idea es relevante y, como tal, se pretende recalcar mediante versos que se reiteran como: «La poesía es útil, soñaba Maiakovski», o  «grandes letras borrachas enunciando/ verdades como puños, puñetazos de verdad».  En esta parte también se nos revelan algunos aspectos del carácter del poeta futurista, como su vitalismo y violencia: «En los cafés, de madrugada, / gritaba, se encendía,/ y daba bofetadas por doquier». Sin embargo, la segunda parte vuelve al presente para contraponer la realidad actual a aquel sueño utópico, y para reflejar lo que nos queda del sueño de aquel gran poeta, que no son más que las frases lapidarias de la publicidad, como «la chispa de la vida» o «just do it».
El autor muestra un tono soñador e idealista en la primera parte que se opone al tono nostálgico, decepcionado de la segunda, para ofrecer una visión desilusionada y degradada de lo que sería el sueño del poeta ruso hecho realidad. A continuación, el poema:

Maiakovski soñaba con el día que la poesía
se imprimiese en las paredes de la gran ciudad.
Grandes letras borrachas enunciando verdades como puños,
puñetazos de verdad exaltando a transeúntes dormidos;
poniendo una coraza a los mendigos,
a los enamorados, susurrándoles lo que sentían sin saber decirlo,
ofreciéndole aliento a los enfermos,
golpes de luz solar en el cerebro nocturno de los ciegos,
boca a boca que salva a una bañista rescatada de las aguas del tedio.
La poesía es útil soñaba Maiakovski.
Y luego se apuntó en la sien,
y por un agujero del bolsillo se derramó el minuto que quedaba.
Y esto es lo que queda de aquel sueño,
versos fundamentales de esta época gritando en las paredes:
La chispa de la vida,
Just do it,
Impossible is nothing
¿Te gusta conducir?
Hay cosas que el dinero no puede comprar. 

Figuras retóricas: el lenguaje en la publicidad

Para conseguir su fin persuasivo, la publicidad se sirve de recursos expresivos, cuya unidad básica es la figura, pues consiste en la combinación de elementos lingüísticos o conceptuales que producen un determinado efecto estético o persuasivo en el receptor. Desde la Retórica clásica las figuras retóricas se han clasificado en los siguientes grupos: de palabras, de construcción, de pensamiento y de sentido. A continuación, vemos algunas de ellas en ejemplos publicitarios concretos:
  • Figuras de palabras. Se aplican al plano fónico, morfológico y léxico entre las palabras relacionadas en una oración. Se sirve sobre todo de la repetición, útil para llamar la atención del receptor y conseguir efectos de intensificación. 
  1. Rima  
-¡Qué bien, qué bien! ¡Hoy comemos con Isabel! Anuncio de la marca de comida Isabel
- Agua mineral Fontaner con gas, el refresco más natural

     2. Aliteración

- Por puro placer personal. Anuncio de la bebida Splash. 

     3. Paronomasia 

-El sabor y el saber de Martini. Anuncio de la marca Martini

     4. Anáfora

- Be magnetic; Beefeater. Anuncio de la marca Beefeater
  • Figuras de construcción. En este caso, se aplica al nivel de la sintaxis. 
      1. Elipsis

-Alfa Romeo. La pasión de conducir. Anuncio de la marca Alfa Romeo

      2. Asíndeton
 
-Vuele, navegue, conduca, viaje con Europ Assitance. Anuncio de aerolínea. 

      3. Paralelismo

- Descubre la hidratante del futuro. Descubre el poder de la vitamina E pura. (L'Oréal) 

      4.Antítesis.

- Igual que tú le proteges por fuera, Pro Plan lo protege por dentro (anuncio de alimento para perros). 
  • Figuras de pensamiento. Estas figuras se centran en la combinación de conceptos. 
  1. Hipérbole
- En Balay tenemos un solo objetivo: hacerte la vida más comoda. Anuncio de electrodomésticos Balay. 

    2. Antítesis
-Nada normal, todo extraordinario. Anuncio de coche, Chrysler. 

    3. Sinestesia

- Ikea redecora tu vida 
  • Figuras de sentido. Están relacionadas con la significación por analogía: relación entre los rasgos de una entidad con otra. 
  1. Metáfora
- Asturias, un sueño junto al mar

    2. Metonimia

- Nunca el plástico fue tan útil. Anuncio de una tarjeta de crédito. 

    3. Personificación

- Deja que tu paladar viaje. Anuncio de helados Häagen Dazs.

      

Retórica y publicidad

La retórica es el arte de hablar correctamente en público, de pronunciar discursos con el fin de persuadir de algo a una audiencia. Surge en Grecia como actividad y recurso necesario para la democracia, y está estrechamente ligada con la oratoria. Estas disciplinas son imprescindibles en varios ámbitos, como la justicia, la política, la educación, la literatura y
la publicidad.
A pesar de la importancia actual de la retórica, su relevancia histórica ha ido fluctuando dependiendo del modelo cultural de cada época. Los estudios literarios se basaban en la retórica y la poética, que son fundamentales para imitar a los grandes clásicos hasta el Romanticismo. Sin embargo, a partir de este movimiento en el que se exalta al individuo y la manifestación del yo interior, se toma como modelo la expresión personal en detrimento de los grandes modelos, lo que lleva al desprestigio de la retórica. Como ya sabemos, en la actualidad el arte de hablar correctamente es una herramienta necesaria para conectar con la sociedad a través de campos muy diversos.
Uno de esos ámbitos es la publicidad, y no deja de ser curioso ver cómo los recursos de la retórica, siglos después de su invención, hacen que el discurso publicitario surta efecto. La publicidad es retórica por otros medios, pues trata de persuadir de las ventajas de un producto para que el posible consumidor lo compre. Para que se lleve a cabo esta persuasión se forma efectiva es necesario incluir las cinco partes que la retórica establece para los discursos:
     Inventio. Es la fase inicial, en la que se debe encontrar el tema y buscar materiales sobre él. Es una búsqueda, una recopilación de información.
     Dispositio. Consiste en la organización de esos materiales. En esta parte se jerarquizan las ideas y se planifica la estructura de la información para conseguir el objetivo textual.
     Elocutio. Una vez conseguido el esquema textual, se han de encontrar las palabras adecuadas para desarrollar ese esquema, para conseguir la atención del receptor (captatio benevolentiae), etc. Durante un tiempo se ha considerado que esta fase es la más relevante en la composición del discurso literario por la utilización del lenguaje poético, pero realmente tiene la misma importancia que el resto de pasos en la elaboración del discurso.
     Memoria. Consiste en la memorización del texto. Actualmente se prescinde de este cuarto paso, pues lo más frecuente, sobre todo en política, es la lectura del texto, y no aprendizaje y posterior dicción.
     Actio. Hace referencia a la puesta en práctica del discurso: su pronunciación en público con todo lo que esto implica, como la gesticulación y las modulaciones de la voz.
La presencia de la retórica en la publicidad viene dada, sobre todo, por la elocución, fase en la que tienen cabida las figuras retóricas, tan presentes en literatura como publicidad. Estas figuras pueden ser fónicas, como la paranomasia, que consiste en la repetición de sonidos similares en el mismo enunciado (“I like Ike”) , con una finalidad nemotécnica; la rima, que es la repetición de sonidos a partir de la sílaba acentuada en la palabra final de versos sucesivos; la aliteración, que consiste en la repetición de sonidos a los que se le asocia un contenido sugerente ( “En el silencio sólo se escuchaba un susurro de abejas que sonaba”) y la onomatopeya, que reproduce un sonido por medio de fonemas (“El tic-tac del reloj”). Las figuras también pueden ser de contenido, que sugieren conceptos que no están explícitos en el texto, como el calambur, que consiste en agrupar las sílabas de manera variable para cambiar el significado del verso (con dados ganan condados); la hipérbole, la antítesis, la paradoja, la ironía, etc. También hay figuras gráficas, que llaman la atención sobre el propio lenguaje, y que tienen especial protagonismo en la publicidad. Así tenemos el uso de caligramas y de alteraciones ortográficas deliberadas para romper simbólicamente con la norma, entre otras.

La publicidad, por tanto, gracias a la utilización de las figuras retóricas para conseguir su objetivo de promoción de un producto, se acerca más a la poesía, pues cada vez es más breve, indirecta y sugerente.

XII Premio Alarcos de Poesía: Paseo de la identidad, de Luis Bagué Quílez

Luis Bagué Quílez nos invita a un Paseo de la identidad en el que nos quiere descubrir, a los lectores, los dilemas de la condición humana, nuestra verdadera identidad, los caminos divergentes que debemos ir tomando en ese paseo, que es la vida en el mundo. El codirector de la revista de poesía Ex libris y colaborador del suplemento cultural Babelia, con esta especie de manual del mundo contemporáneo, nos pone en la pista de una sociedad capitalista que «dilapida la cultura», en palabras del autor, y a la vez llena de emblemas y símbolos que ya pertenecen a una identidad global, pero que siguen escondiendo las preocupaciones que el hombre ha tenido desde siempre.
Este poemario nos invita a la reflexión ya desde el principio. ¿Por qué esa ilustración en la portada del libro? El cartel que contiene el título se encuentra en el Paseo de la identidad de Puerto Iguazú, donde se exponen seis murales que refieren su historia, costumbres e idiosincrasia. Y tal vez Bagué Quílez hace lo mismo: sus poemas, los murales; la sociedad occidental, Puerto Iguazú; su historia e idiosincrasia, la nuestra y nuestros emblemas. Y no solo esto, sino que el poeta rescata este lugar americano para reafirmar la tradición propia, algo necesario en una sociedad fría en la que las personas, sea cual sea nuestra procedencia, tomamos una identidad artificial fruto de la globalización. En esta obra, América es víctima y verdugo al mismo tiempo.
No es extraño que esta obra haya sido galardonada con el XII Premio Emilio Alarcos de Poesía, pues aunque el tema de la identidad ha preocupado a muchos poetas a lo largo de la historia de la literatura, Paseo de la identidad recoge esa preocupación en sutiles aforismos y metáforas contemporáneas que explotan al máximo la originalidad. Porque aunque Howard Schultz, director y presidente de Starbucks, afirme que la gente quiere orientación y no retórica, quizás la gente quiera una retórica útil, como la de Bagué Quílez. Y para muestra, «un reflejo de la dicotomía de la realidad», como explica el autor:

ORACIÓN EN STARBUCKS
People want guidance, not rethoric
Success is sweetest when it’s shared
HOWARD SCHULTZ
INTROITO
Starbucks es el mundo.
El eterno dilema—mocca o latte—
se cuece en un crisol de credos maniqueos.
Café o té. Sacarina o azúcar,
nube blanca o morena. Navegamos
en red wifi o conexión por cable.
Conservar el recibo o destruirlo,
trizar su dignidad en papeleras verdes, camufladas detrás
         del rododendro.
Distribuidas en Este y en Oeste,
las latitudes son intercambiables, pero en todas
una sed estratégica nos quema la garganta.
Tantas cosas con haz y con envés,
nos lanzan a la cara el guante de la duda:
¿qué demonios
hemos venido a hacer aquí?