sábado, 25 de octubre de 2014

Autor y editor: texto y paratexto

Libro y obra literaria no se identifican, pues la literatura es mucho más antigua de lo que lo son los libros, que surgen en el siglo XV con la imprenta. Los libros publican muchas obras que no son literarias, y también hay mucha literatura que no se publica en libros, especialmente en la actualidad, donde la literatura se decanta por otros medios como pueden ser los blogs.
Durante siglos, el término ‘literatura’ se refería a todos los textos escritos, por lo que hay que tener en cuenta sus variaciones de significado a lo largo del tiempo, hasta el punto de que la literatura puede no ser escrita, sino que puede aparecer en canciones, recitaciones, etcétera. Por otra parte, las obras literarias tienen una extensión indeterminada, muy variable. Por lo tanto, en un libro puede haber una o más obras literarias.
Al contrario de lo que se piensa muy a menudo, en la obra literaria se coordinan dos responsabilidades, que son las del autor y editor. El concepto de editor también varía en función del país y la cultura, pues en algunos casos el editor sostiene la mayor responsabilidad, como en el caso de las novelas anónimas, en otros el editor es casi un coautor, un colaborador del autor que sigue paso a paso la evolución de la obra.
La labor fundamental del editor es la revisión, adaptación y corrección ortográfica y tipográfica,  es decir, la regularización según las normas de la publicación de que se trate. Su labor es importante en todo tipo de textos, pero sobre todo en los literarios, con el fin de que el lector pueda entrar de lleno en ellos y para que su lectura no se interrumpa con erratas o excesivas notas en el pie de página. Además, el receptor de la obra ya está familiarizado con unas normas tipográficas que le facilitan la lectura. La figura del editor da confianza al lector, pues en la actualidad muchos libros son editados por empresas que se encargan de la maquetación del libro, pero el hecho de no haber un intermediario hace que el resultado no sea el mismo, y el lector lo sabe. El editor, pues, se encarga de los paratextos. Hay cuatro tipos de ediciones:
·         Edición facsímil. Es una copia de una edición concreta de la obra, incluidos sus aspectos formales, es decir, no reproduce solo el texto sino la edición completa. Es valioso por el objeto en sí, por sus ilustraciones, grabados o tipografía, y también como objeto de estudio, ya que si quedan pocos ejemplares de una edición, de este modo se reproducen más. Este tipo de edición,  cuya realización muy costosa, ahora se ha vulgarizado debido a los medios digitales.
·         Edición paleográfica. Consiste en la transcripción de escrituras antiguas y de todos los datos del documento original. Son propias de otras épocas.
·         Edición crítica. Es una reconstrucción más o menos aproximada del texto original del autor a partir de muchas ediciones manuscritas. Suelen aparecer muchas notas, que deben ir al final del libro y no a pie de página, donde también se incluyen datos de otras variantes de la obra.
·         Edición anotada. Este tipo de edición incluye notas a pie de página para explicar algún aspecto determinado del texto. Estas notas deben ser las imprescindibles, para interrumpir lo menos posible la lectura. El objetivo con que se añaden las notas es que el lector pueda entender el texto como lo entendían los contemporáneos del lector. Cuanto más antiguo es el texto, más difieren las referencias y más necesarias son las notas. Las notas pueden ser de varios tipos: lingüísticas, si se tratan de textos medievales en los que aparecen palabras que han evolucionado o cambiado su significado; culturales, si hay que aclarar alguna referencia al contexto, y para niños, sobre todo en las obras adaptadas a público infantil.

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