lunes, 13 de octubre de 2014

Ideología y literatura

Las obras literarias no siempre tienen un fin en sí mismas, sino que pueden ser un medio para lograr un objetivo distinto. Al igual que la publicidad, algunos movimientos literarios tienen la intención de defender ciertas ideas, ya sean políticas, religiosas, etc. En este caso, nos centramos en la literatura que se convierte en una herramienta para transformar la situación de una sociedad, y defender  deliberadamente unas ideas políticas y sociales. Nos referimos a la novela de tesis y a la poesía social, que tuvieron su auge en dos etapas fundamentales de la historia de España.
1868 es el año que marca la etapa gloriosa de la novela. La sociedad se articulaba en burguesía y proletariado, lo que se mantenía por la imposibilidad de ascenso social. En esta época se da una serie de conflictos ideológicos a raíz de las guerras carlistas y una división de la sociedad en liberales y conservadores. En 1868 tiene lugar ‘La Gloriosa’, revolución que destrona a Isabel II e inicia el sexenio democrático. Con ella se produce el primer intento de establecer en España un régimen político democrático, primero con la monarquía de Amadeo de Saboya, y después con la primera República. Con esta restauración política y también social y cultural se inicia un periodo de esplendor de la novela, que adquiere gran madurez con Benito Pérez Galdós, el gran novelista liberal. Este escritor inicia el renacimiento de la novela española con la novela de tesis, con títulos como La fontana de oro, obra en la que reflexiona sobre la historia de España con una intención pedagógica: indagar sobre el origen de los problemas ocurridos en el Trienio Liberal y su posible resolución. En los años 70, Galdós defiende sus propias ideas en sus novelas y ataca la intolerancia en obras como Doña Perfecta. Otros escritores de gran relevancia pertenecientes a este periodo son Leopoldo Alas Clarín y Palacio Valdés.
La década siguiente es la del naturalismo, que supera los esquematismos de la novela de tesis y se basa en la idea determinista de que el comportamiento humano responde a leyes experimentales. Esta vez, la novela también obedece a otro objetivo: estudiar al ser humano. La primera escritora que escribe en contra de las ideas espiritualistas es Emilia Pardo Bazán, con La cuestión palpitante y Los pazos de Ulloa.
La segunda etapa históricamente en que la literatura se usa como herramienta de lucha y protesta es la época franquista, época en la que la sociedad estaba dividida por la guerra y el gobierno fascista. En 1956 comienzan a aparecer esos jóvenes universitarios que protestan y que se van convirtiendo en una oposición al gobierno. Estas protestas las manifiestan a través de la literatura, ante la imposibilidad de hacerlo de otra manera, por la represión y la censura.  Estos poetas utilizan la literatura como espejo de los problemas sociales y arma para combatirlos, cultivan una poesía que se compromete con la gente y a la que suelen subyacer ideas marxistas. La literatura no era algo más solo para estos poetas, sino también para las organizaciones gubernamentales, que censuran la publicación y recitales de poemas. Sin embargo, esta poesía política sigue publicándose, pues la crítica implícita pasaba más desapercibida para los censores, no así para los lectores. Dentro de este movimiento literario tenemos dos generaciones de poetas. La primera es la Generación de Posguerra, formada por poetas jóvenes que viven la guerra sin responsabilidad y que publican una poesía evasiva y garcilasista en los años 40. Destacan Gabriel Celaya, Blas de Otero y José Hierro. La segunda generación surge en torno a 1956, y la forman los que algún día fueron niños de la guerra. Son poetas cultos que huyen de una escritura directa y panfletaria, y que utilizan la ironía y el simbolismo para defender sus ideas; cultivan un realismo crítico. Destaca Ángel González, cuya obra pasa por varias etapas.
La poesía social entra en crisis a mediados de los 60 ante la imposibilidad de lograr el cambio social que pretendían los poetas con sus obras. Esta poesía, pues, fue tildada no solo de ineficaz, sino también de plana y sencilla en exceso. Sin embargo, si bien en cuanto a su intención política fue un fracaso, no fue así en el plano literario.  

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